Algo serio pasó o va a pasar cuando un monarca se planta frente a un micrófono o una cámara en la soledad de su despacho, pero resulta complicado reinar día a día telemáticamente. La rutina de Isabel II, que aseguró en cierta ocasión que “necesita ser vista para que crean en ella”, consistía en dejarse ver por todas partes, estrechar manos, intercambiar comentarios pulcros, recibir embajadores, primeros ministros o jefes de estado y presidir actos y desfiles oficiales que marcaban inexorablemente como un reloj la estabilidad institucional del Reino Unido. A sus 94 años, ya había delegado muchos de esos compromisos en el heredero, Carlos de Inglaterra, y en los duques de Cambridge, William y Kate, pero la pandemia enclaustró por completo a la reina en el castillo de Windsor.

A mediados de junio, ensayó una videoconferencia como las que ya se acostumbraron a usar los miembros más jóvenes de la familia real. Durante 20 minutos escuchó, junto a su hija la princesa Ana, a cuatro ciudadanos volcados en su día a día a atender a familiares dependientes. El mosaico de la pantalla, con el plano fijo de la monarca rodeado del resto de participantes, recordaba el inicio de aquella serie televisiva estadounidense The Brady Bunch y el acto en sí tenía más de anecdótico que de entrañable.

Andrew Morton, el periodista que hizo oficial el secreto a voces de la ruptura entre el príncipe Carlos y Lady Di, puso el dedo en la llaga al señalar que aquel sentimiento de cercanía, “de tocar y sentir”, que Diana Spencer logró incorporar a la familia real británica se frenó en seco. “¿Cómo puede llevar a cabo la reina las investiduras, reunirse con embajadores o visitar diferentes lugares desde la distancia?”, se preguntaba en las páginas del The Daily Telegraph. “Si contrajera el virus sería letal, y pondría en riesgo también a Felipe de Edimburgo. La cruda realidad es que su reinado concluyó. El COVID-19 le hizo más daño a la monarquía que Oliver Cromwell (el político y militar que impuso una breve república en Inglaterra en el siglo XVII). El coronavirus situó en la práctica al príncipe Carlos en el trono”, sentenció Morton.

Aunque el periodista, por mucho que su reputación y credibilidad sobrevuelen a distancia la de la infinidad de voces que opinan e informan a diario sobre la Casa de Windsor, ignora por completo lo que hay dentro de ese enigma llamado Isabel II, que si algo dejó bien claro en sus casi siete décadas de reinado (es la monarca más longeva en la historia del Reino Unido) es que en su oficio no caben renuncias, se ejerce de por vida. Si ya tiene mérito que un 81% de los baby-boomers (los que tienen ahora entre 50 y 70 años) tenga una imagen positiva de la reina, según la última encuesta de YouGov, resulta más sorprendente que esa misma apreciación alcance a un 70% de los millennials (entre 30 y 40 años). Y son mayoría los británicos (58%) que expresan claramente su deseo de que Isabel II siga al pie del cañón hasta el final de sus días.

El personal del Palacio de Buckingham se aferra al discurso televisado del 5 de abril, en lo alto de la ola de la pandemia, para reafirmar la incuestionable relevancia de la reina, que habla poco —mucho menos estos días— pero cuando habla, es escuchada. “Confío en que en los años venideros todos sintamos orgullo del modo en que respondimos. Y que los que vengan detrás de nosotros puedan decir que los británicos de esta generación fueron tan firmes como los de cualquier otra”, dijo Isabel II a una audiencia de 24 millones de telespectadores, de los que se despidió con el legendario “We´ll meet again” (Nos volveremos a ver) que popularizó la cantante Vera Lynn durante la Segunda Guerra Mundial. La cámara fue su aliada justo cuando el primer ministro, Boris Johnson, ingresaba en un hospital de Londres aquejado por el COVID-19 y el país descubría horrorizado que la amenaza iba en serio.

Demostrada la función aglutinadora de la monarca, el personal a su servicio se esfuerza estos días en convencer a los escépticos de que la maquinaria institucional sigue engrasada. Isabel II, afirman, mantiene conversaciones telefónicas habituales con el primer ministro y otras figuras políticas relevantes. Cada día recibe sus red boxes, las cajas forradas en cuero rojo que contienen los documentos con los asuntos de Estado más relevantes. Y en el entorno real ya se sugirió que siguen adelante los planes para celebrar los cien años del duque de Edimburgo, el esposo de la reina, y el Jubileo de Platino que marcará en 2022 sus 70 años de reinado. Mientras los periodistas siguen especulando con la idea de que Isabel II aprovechará su cumpleaños 95 para correrse a un lado y entregar el cetro a Carlos de Inglaterra, una gran parte de británicos no ven nada extraño en que dos nonagenarios se recluyan durante unos meses para protegerse de la pandemia, mientras queda garantizada la sensación de que todo sigue igual.

Por notiarepa

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *